Tras diciembre de 2019 y enero de 2020 sin publicar nada en el blog por distintas razones, vuelvo a la tarea con un tema muy recurrente en coaching. Recurrente, porque muchas de las personas que hacen procesos tienden, sobre todo al principio, a identificar la realidad con lo que perciben que está pasando a su alrededor. Y entonces hay que hacerles ver, en lenguaje y técnica de coaching, una evidencia muy sencilla: “No te confundas, tu realidad no es la realidad“.
La auténtica realidad, es que todos percibimos lo que pasa en el mundo a través de nuestros propios e intransferibles filtros. “Tuneamos”, retorcemos, modificamos y pulimos lo que observamos, a través de creencias, juicios y pensamientos predefinidos, de manera absolutamente inconsciente y automática. Porque para nosotros, esas creencias, juicios y pensamientos predefinidos tienen tanto arraigo, que son invisibles a los ojos de nuestra mente. Tanto, que incluso pasan a formar parte de nuestro propio “catálogo” de realidades.
Por eso, a veces, solemos decir ante un comportamiento poco explicable que “somos así”. El problema fundamental, que surge cuando pasamos la realidad a través de nuestros filtros y no somos conscientes de ello, es que tampoco lo somos acerca de que cualquier otra persona hace lo mismo. Y a partir de aquí, surgen la mayoría de los conflictos en la comunicación entre personas, que afectan más o menos según el peso específico que en la vida de cada uno tengan las situaciones donde se necesita esa comunicación.
El mapa no es el territorio.
La PNL (programación neurolingüística), trata de explicar el concepto de multiplicidad de realidades a partir de una de las denominadas “9 creencias de sabiduría“. Es la creencia más conocida, a nivel popular, de las nueve, verdadero principio de la comunicación humana y nos dice que “El mapa no es el territorio”.
Las 9 creencias son afirmaciones procedentes del análisis sobre las creencias y valores de personas que han aportado excelencia a la humanidad, a través de sus habilidades y conocimientos. Personas como Platón, Aristóteles, Gandhi, Mozart, Bateson, Erickson y un sinfín de valiosos pensadores, profesionales, artistas y líderes clave para la historia de la raza humana. Estas 9 creencias son, a su vez, uno de los seis fundamentos en los que se basa toda la disciplina de la PNL.
¿Y qué nos da a entender que el mapa no es el territorio? Pues que toda persona es distinta y comunica sus experiencias de forma distinta, con sus propios códigos y símbolos. Elementos ambos que no podemos entender, porque están basados a su vez en sus propias experiencias. Por ello solemos emitir juicios sobre otras personas, pensando que nuestra experiencia es la realidad, porque opinamos a través del baremo de las nuestras propias y no del de las suyas. Usamos, por tanto, nuestro “mapa”. Juzgar sería como usar el plano de Madrid en Berlín.
Lo único que es real es el comportamiento observable.
En los procesos de coaching, solemos decir que cuando “sale” a la luz un juicio que está saboteando una comunicación y provocando un problema, “tenemos que quitar el espejo“. Esto es, nuestro trabajo con el cliente supone facilitar que encuentre recursos para que, ante una comunicación de cualquier tipo (más si es sobre algo clave), intente conectar con las experiencias de su interlocutor sobre ese particular que están tratando y deje fuera momentáneamente las suyas. Solo así podrá entenderlo y actuar en consecuencia sin juzgarlo.
De forma, que lo único que podemos decir que es objetivamente real en alguien es su comportamiento observable, lo que hace. No existen palabras, pensamientos o recuerdos acerca de alguien, solo comportamientos. Ni siquiera conceptos universales como los valores son reales. Frank Pucelik, co-creador de la PNL, suele decir que hay entre 10 o 15 valores que definen nuestras vidas (“las 10 palabras más importantes de nuestra vida“), pero que para casi nadie un determinado valor significa lo mismo. Solo existen para todos por igual, objetivamente, los comportamientos.
La realidad no está en nuestra mente. Está en el mundo. Y el mundo está obviamente fuera de nuestra mente. Nuestra pericia para observarlo sin espejos, nuestra habilidad para interactuar con él sin enjuiciar, van a definir nuestra capacidad para comunicarnos y resolver situaciones de cualquier tipo. Van a determinar nuestro grado de felicidad y satisfacción en nuestra interacción con la vida. ¿Merece o no la pena trabajar esas capacidades, que todos tenemos a menudo sin desarrollar, con alguien adecuado?
Como siempre, tuya es la respuesta. Tuya es la elección.¿Hablamos?
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