Seguramente tú serás una de esas personas que, atendiendo a cierta necesidad cíclica de hacerlo, además de ser casi tradicional en estas fechas, tienes una lista de propósitos para este año que acaba de ser estrenado. Más o menos extensa, más o menos difícil o fácil de cumplir, pero en la que están contenidos parte de tus buenos deseos.
Quisiera intentar profundizar en algo que generalmente no figura ahí. Y es curioso. Porque es un propósito que podríamos denominar como “llave”. Es decir, que si no se lleva a cabo, resulta muy difícil acceder a otros. Yo, particularmente, lo pondría en el primer lugar de la lista, precisamente por ello.
Y es que debo confesar que nadie que yo conozca o haya conocido, absolutamente nadie, me ha confesado nunca que en su lista de propósitos figure tratarse con respeto y cariño, tolerarse los errores como se los tolera al resto de personas, o simplemente ser más amable, más indulgente para consigo mism@. Ahí puede estar la explicación de que su olvido haga que otros propósitos que sí están en nuestra lista, irremediablemente se pierdan.
¿Por qué no paramos a pensar en como respetar más nuestro cuerpo físico, sin someterle a interminables jornadas en las que a veces la procrastinación, otras el estrés, la presión o la ansiedad, acaban con el trabajo y la productividad real? ¿Nadie considera acabar con su mala alimentación, el sedentarismo prolongado, la falta de sueño o con cualquier clase de drogas, incluidas, por supuesto, las muy peligrosas drogas legales?
¿Y el maltrato continuo a nuestra sensibilidad emocional? Nos acusamos en privado, y a veces incluso en público, de todas las imperfecciones y errores posibles, existentes tan sólo en nuestra imaginación. Consumimos en las medios toneladas de malas noticias, quejas, insultos, odios, amenazas, que “deglutimos” sin pensar y que quedan almacenadas en nuestra memoria emocional, como mensajes cuya única intención es amedrentarnos o inducirnos por imitación a un modelo de convivencia perverso. Forzándonos a creer que no estamos haciendo todo lo posible, cuando sólo estamos haciendo lo que sabemos y creemos que debemos hacer. Plegándonos y sometiéndonos ante los poderes, sean los que sean, que actúan con la impunidad que les concede una posición de ventaja, la mayor parte de las veces artificial.
Y siempre me pregunto el porqué. El porqué de que este propósito tan básico, tan simple, pueda estar siempre, salvo en un grupo reducido de excepciones, perdido en los últimos lugares de nuestras propias preferencias.
Es el momento de escucharte. De indagar en ti. Incluso aunque creas que tus problemas son con los demás y no tienen que ver contigo. Reflexionar y tomar distancia de los acontecimientos. Suelo decir que tenemos muy poca costumbre de reunirnos con nosotros mismos. Que dedicamos prácticamente todo nuestro tiempo a lo/los demás, pensando que así también hacemos ese trabajo que nos corresponde para con nosotros. No es así. Es necesario volver a mirar en el seno de nuestras emociones. Preguntarse el “para que” del consentimiento tácito que damos a que nuestra vida transcurra a base de agresiones constantes.
Reserva diez minutos para ti al final de tu jornada. En soledad (eso quiere decir también sin el móvil). Cierra los ojos, respira profundamente varias veces para relajarte y cuando te parezca que estás suficientemente en calma, pregúntate si tu día ha respondido a lo que tú verdaderamente querías. Si has respetado tu integridad, tu individualidad, tus decisiones. Con que has alimentado tu cuerpo y cómo le has tratado. Y, sobre todo, si tu alma está dolorida o no lo está.
A partir de lo que te respondas con honestidad (al fin y al cabo esto va a ser para ti y no lo tienes que compartir con nadie), obra en consecuencia. Toma decisiones. Actúa y no permanezcas en el dolor o en el miedo. La última consecuencia de hacerlo es optar por tu propia infelicidad.
No vale de nada, puedes creerme, que pongas todo tu empeño en cualquier propósito de vida si tu mism@ no tomas la decisión de ser amable contigo. De respetarte, de quererte y valorarte. Lo necesitas, porque es la llave que abre el conseguir otras cosas que ahora te parecen más necesarias más importantes o que quieres cambiar. Sin eso, no tendrás ni la motivación ni la fuerza necesaria para poner en marcha la maquinaria. Si tu no te respetas, tampoco respetarás tus propósitos.
Yo puedo ayudarte, colaborar para que encuentres el camino, hacerte ver donde tu ahora no ves, darte claves y herramientas para que te relajes y pienses, colaborar para desterrar tu miedo, para que encuentres la senda de la motivación o para que venzas tus indecisiones, pero sólo tu íntimo deseo de estar bien, en paz contigo, de no maltratarte, lo va a lograr. Tenlo por seguro.
Incluye este propósito en tu lista de una vez por todas, estoy seguro que si lo haces tendrás un gran año.
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