Desde hace algunos años que tengo un blog, me levanto todos los 31 de Diciembre con la firme intención de hacer mi pequeña despedida, mi pequeño resumen del año que acaba y mi bienvenida para el nuevo año. Un ligero resumen de lo que finaliza y propósitos e intenciones para lo que empieza. Todo a través de este maravilloso medio, que te permite llegar, literalmente y parafraseando el título de la autora Susanna Tamaro, donde el corazón te lleve.

A veces hay que dejar sueltos los dedos, sin que ninguna parte de la conciencia los frene, para que se conviertan en traductores de eso que coloquialmente a veces he llamado “las tripas”, que no son mas que esa parte del “núcleo duro” de cada uno que muy pocas veces, llámalo corrección política, mantener las formas o simplemente pudor, asoma.

Y ese mensaje llegará sin duda a muchos ojos, pero solo los que sintonicen con lo que lean lo recibirán. No serán las mentes. Esas que analizan, descomponen, interpretan, critican o valoran día a día lo que leen. Serán los corazones, los que simplemente se impregnan de la esencia de lo que, curiosamente, no puede leerse.

Para mí, 2016 no ha sido un año excepcional en ninguno de los sentidos. Un año de recuperación en lo laboral, tras un 2015 que pareció un lustro de entrenamiento en los Seals. Es decir, para olvidar de doloroso, pero magnífico como enseñanza y capacitador para los malos momentos que vengan.

No obstante sobreviví y afronté 2016 con la templanza y serenidad del que sabe que ha pasado por el desierto y ha sabido como cruzarlo. Así que solo podía ser mejor e incluso en la segunda mitad, el desierto dejó  ver (y disfrutar) de algunos oasis.

En lo personal, sin embargo, tengo la sensación (que debo corroborar con el tiempo), que ha sido un año clave. Me enseñaron en mis cursos de Coaching que el cambio, curiosamente, es lo único inmutable. El cambio es continuo. Unas veces se percibe y otras simplemente se sufre. Pero siempre existe y va con nosotros.

Y este año ha sido de cambios profundos. En cierto sentido creo que de esos que permiten ir más ligero, más limpio, más sano. Cambios de mochila a una menos pesada. Cambios de dejar atrás eso (personas y actitudes) que te lastran, que te impiden avanzar, que te incrustan en el inmovilismo o en la permanente decepción. Ante los que solo cabe ajustarse la armadura y estar permanentemente prevenido espada o lanza en mano.

Me he dado cuenta que no se puede vivir así. Que no se puede ir constantemente responsabilizándose de todo y de todos e intentando salvar el mundo a cada paso. Las canas, las rodillas y la espalda no pueden soportar todo ese peso. Las lágrimas dentro del yelmo no pueden lavar todo.

Este guerrero, como el caballero de la armadura oxidada, debe desposeerse de la misma para seguir viviendo. Y ese es mi reto en 2017: bajar del caballo y retirar yelmo, pechera, cota de malla y correajes. Guardar la espada, la maza y el escudo. Y presentarme como soy o creo que necesito ser: más vulnerable, más accesible, más humano, menos perfecto y menos infalible. En esencia, más yo mismo.

Es un camino nuevo. Llevo mas de cincuenta años transitando uno, pero he llegado a un cruce. Quizá el último de mi existencia en esta vida. Pero necesito andarlo. Me cueste lo que me cueste.

Y ahora que se acaba el de 2016 y en unas horas empezaré a dar mis primeros pasos, que mejor que escuchar ese estribillo de “Crossroads” que reseño al principio del post . Esos cruces de caminos que se nos presentan y sobre los que inexorablemente debemos decidir.

Que vuestro corazón os lleve a lo mejor de este nuevo año que empieza. Sed felices, porque merece la pena no perder mas tiempo en no serlo.

Standing at the point 
The road it cross you down 
What is at your back 
Which way do you turn 
Who will come to find you first 
Your devils or your gods

(Tracy Chapman – Crossroads)

Parado en el lugar
Dónde se cruzan los caminos
¿Que está a tus espaldas?
¿Que camino tomarás?
¿Quién vendrá a encontrarte primero?
¿Tus demonios o tus dioses?

(Tracy Chapman – “Cruce de caminos”)