Desde que en 2009 perdí mi trabajo, en muchas ocasiones he sentido algo parecido a la desazón interna, cuando no directamente angustia, al tener que consultar por cualquier circunstancia el saldo de mi cuenta. El ambiente de plena crisis de aquellos años, con referencias constantes en los medios y tema recurrente en cualquier conversación, no ayudaron mucho. Durante muchos años, mi relación con la prosperidad, aun dedicándome a lo que me dedico, no fue buena.

¿Que cómo no lo fue trabajando lo que yo trabajo con mis clientes? Lo explico muy rápido: Tengo una amiga que está separada y facilita, entre otras cosas, terapia de pareja. Cuando alguna pareja que acude a su consulta (es psicóloga) se lo comenta extrañada, siempre dice lo mismo: “Yo lo llamo ‘El síndrome del terapeuta’. Puedo ver mucho mejor vuestros problemas porque no soy parte de ellos. Desde esta imparcialidad, puedo estudiarlos y ofreceros herramientas para solventarlos. En cambio, para los míos, necesito un tercero porque mi implicación emocional no me permite estudiarlos  con la imparcialidad que se necesita“.

En cualquier caso, de tantas veces que tratas el problema, vas cambiando (lógicamente) tu percepción. Y si bien el ‘miedo’ a ver el saldo fue sustituido por cierto respeto en los meses que sabías que la cosa había ‘flojeado’, mi idea de lo que era la prosperidad, cambió radicalmente cuando empecé a conocer y estudiar testimonios de personas que se declaraban a sí mismas afortunadas o prósperas.

No amigo, no es la crisis.

Me he dado cuenta a través de ellas y en parte también a través de mi trabajo con mis clientes, que no son la crisis, la situación económica o las aguas revueltas del mercado de mi sector, las causas de que yo pudiera mantener o no esa idea sobre la falta de prosperidad en mi vida, sino que soy yo mismo (tu mismo) quien tengo la capacidad de reconocerme o no en esa idea de escasez. Y en cuanto he sido consciente, la percepción de esa situación ha mejorado de forma ostensible.

Quiero decir que habitualmente he tenido la suerte estos años de tener dinero en el banco para cubrir mis necesidades y las de mi familia durante bastante tiempo aunque no ingresara nada, pero siempre he pensado que no tenía el suficiente, en la creencia (una fantasía, más bien), que necesitaba mucho más para cubrir exigencias futuras que todavía no habían llegado.

Por encima de mi consideración sobre que la prosperidad para la persona no sólo atañe al dinero sino también a la salud, a las relaciones, a la tranquilidad y a muchas cosas más (yo lo llamo prosperidad holística, porque debe ser integral de todo el ser), lo cierto es que muchas veces, por identificación, se habla de falta o presencia de prosperidad cuando hay falta o presencia de dinero. Del dinero no nos podemos olvidar como algunos, muy utópicamente sugieren, porque es el patrón para canjear, adquirir y realizar un montón de pasos imprescindibles en nuestra vida. Es necesario, mal que pese a sus detractores.

¿Has pensado en tu forma de relacionarte con el dinero?

De forma más sutil, nuestra sensación personal acerca de no tener prosperidad o sí tenerla, se establece en función de nuestra relación con el dinero. Si pensamos que no tenemos suficiente, nuestra preocupación es grande porque queremos más, de forma que incluso despreciamos el que ya poseemos (cuando deberíamos hacer todo lo contrario, agradecerlo). Y si tenemos suficiente, mucha gente se lamenta porque gasta demasiado. Es decir, la sensación de prosperidad es la misma, mala, tengamos o no tengamos suficiente dinero.

 

 

Por tanto ¿que es lo que hay que hacer en el capítulo del dinero para sentirse próspero? En primer lugar, esforzarse en mejorar, en sanar, nuestra relación con el mismo. Y en segundo, fijar objetivos que nos permitan alcanzarlo, enfocarse en ellos y ponerse a trabajar en su consecución. De nada sirve, para tener esa certeza de prosperidad, tener una excelente relación con el dinero y desearlo con toda el alma, si solo nos sentamos esperando “que el universo conspire y nos lo haga llegar”.

No hay milagros (salvo muy raramente y debido a múltiples factores cruzados) y aunque cierto es que hay que enfocarse, desearlo y ser positivo, porque nuestro cerebro sí va a conspirar para que caigamos en la cuenta y se hagan más evidentes la oportunidades que se nos van a presentar (si lo decimos con nuestra actitud de deseo y enfoque a ese maravilloso mecanismo cerebral, que hace que nos fijemos y pongamos nuestra energía en lo que nos interesa, llamado Sistema de Activación Reticular), debe ir acompañado de trabajo contínuo.

Trabajo que suele ser duro e ingrato a veces, pero que SIEMPRE, acompañado de la actitud que he comentado, da frutos. (Por favor, no despotriques ahora contra Mr.Wonderful o contra Rhonda Byrne, autora de “El Secreto“, porque lo han hecho lo mejor que sabían y dicen grandes verdades, aunque lo del trabajo no te lo contaran porque no hubieran vendido tanto).

Resumiendo

En resumen, puedes eliminar esa molesta sensación de que la prosperidad se ha olvidado de tí para irse con otros, pero tienes que mejorar tu relación con el dinero (indaga un poco en cómo vives el tenerlo o no tenerlo, que piensas acerca de la gente que lo tiene en abundancia o que te decían sobre él tus padres) y luego enfocarte en esa actividad que crees que te lo va a proporcionar, desearla con todas tus fuerzas y ponerte a trabajar para conseguirla, con paciencia, constancia y sabiendo que las cosas tienen su tiempo. Entonces, amiga, amigo, serás ya de hecho una persona próspera de verdad.

Y si no puedes por más que lo intentes, ya sabes que #tienescoaching

 

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