Casi cuatro meses después, concretamente 110 días (se dice pronto, casi ha transcurrido un tercio del año), vuelvo a retomar el blog. Es mucho tiempo, probablemente demasiado como para pretender que la cadencia de visitantes que a primeros del año 2014 había se repita. Pero yo no estoy en esto por obligación (o no pretendo estarlo), sino por tener un medio más o menos personal donde canalizar mis inquietudes y reflexiones y encima disfrutar haciéndolo, que en el fondo me gusta eso de escribir.
Si por añadidura a alguien le sirve lo que digo y/o encuentra inspiración para dar un paso positivo, para un cambio que le haga crecer, pues mejor que mejor, el disfrute y la dicha se multiplican. Al fin y a la postre, teóricos de esto dicen que el secreto para que un blog funcione, consiste en que la persona que lo mantiene escriba para ella misma y no para ser leída (personalmente mantengo ciertas dudas sobre ello, sobre todo porque los teóricos buscan fundamentalmente visitas al blog).
En efecto, ha pasado mucho tiempo. Una sucesión de acontecimientos y asuntos concretos me han mantenido alejado de aquí. En este periodo de tiempo, tomar ciertas decisiones ha sido prioritario. La mayor parte de las veces no ha bastado con seguir la corriente habitual más o menos establecida o inclusive lógica, para optar por una cosa o por otra. Retos complicados, pruebas sucesivas y caminos intrincados y con multitud de obstáculos, se han ido sucediendo sin descanso desde el primero de Enero hasta casi hoy mismo. Opciones y más opciones que había que solucionar sin dudar, para poder seguir avanzando.
Al hilo de esto, planteo desde aquí algunas preguntas, con el ánimo que sirvan para reflexionar, antes que para encontrar su respuesta de forma inmediata: ¿Se puede tomar una decisión de una cierta importancia, con la tranquilidad de saber que es la correcta (o la más correcta)? Dicho de otra forma, ¿es posible decidir con bastantes garantías de éxito (teniendo en cuenta que el éxito aquí es no equivocarse)? Por aproximar una posible vía de reflexión, mi opinión personal es que cuanto más objetiva sea, más tranquilidad proporciona. Por tanto, para mí debemos de buscar, a la hora de decidir, la objetividad, entendida esta como la ausencia de juicios personales a la hora de considerar la decisión.
En algunos talleres y cursos utilizo una dinámica para que las personas que participan comprueben lo difícil que es tomar una decisión con seguridad. Es bastante conocida: Se les plantea que en un hospital existe una sola máquina para diálisis y se les pide decidir, en un rol de comité médico, sobre cinco perfiles candidatos para optar a un tratamiento. Ninguno de ellos es objetivamente más favorable para decidir que otro similar, tanto a nivel médico como a nivel biográfico o inclusive psicológico. Todos tienen circunstancias por las cuales “merecerían” ocupar el puesto para el tratamiento. Para dificultar un poco más, si cabe, la decisión, se les facilitan datos adicionales introduciendo algunos estereotipos de ciertos subgrupos de gentes que pueden provocar rechazo o empatía por creencias (una mujer con carrera hecha a sí misma, un científico que investiga una cura contra una enfermedad mortal, un estudiante de izquierdas anti sistema…) que pueden distorsionar el principio de objetividad que se presupone dentro de un comité médico. Los resultados obviamente son dispares, pero coincidentes todos en la “no seguridad” absoluta a la hora de decidir, en este caso acerca de otorgar más posibilidades de vida a una persona y de alguna forma, “quitarla” al resto.
La única conclusión coincidente en los grupos de personas que hacen la dinámica es que “necesitarían haber tenido más datos”. Efectivamente. Lo único que puede acercar a las personas a ese estado de más o menos seguridad a la hora de tomar una decisión objetiva y conveniente, es tener más datos. Y no solo más datos sobre las circunstancias concurrentes en la situación que se decide, sino más datos en cuanto a lo que si están pensando corresponde a la realidad o a su visión de la misma, extremo en el que prácticamente todas las personas , al final de la dinámica, coinciden en su más que posible distorsión por creencias, juicios e incluso valores muy arraigados.
Conseguir los primeros -los de las circunstancias coincidentes-, puede ser más o menos complicado, pero es una cuestión de investigación. Hacerlo con los segundos -los de la visión de la realidad-, es mucho más dificil y exige un profundo trabajo interno para lograrlo.
Existe una herramienta magnífica para ello, que es el coaching. Y concretamente, para tener en cuenta las influencias que puede tener una persona a la hora de decidir – sean en base a las circunstancias, el entorno o la intervención en el proceso, directa o indirecta, de otras personas- el coaching de tipo sistémico (*) se revela como la más eficaz, al permitir a la persona que mantiene la duda, entre otras ventajas, “ver desde fuera” todo el conjunto o sistema de influencias que confluyen en la toma de decisión y como actúa ella misma a la hora de situarlas, a través de una representación espacial del problema denominada configuración sistémica. Cuales son la prioridades, estereotipos y creencias que maneja y qué escala de valores aplica o que cesiones está dispuesta a hacer en función del equilibrio del sistema, que después es lo que va a conferir la objetividad en la toma de datos. Es una excelente herramienta para obtener esos datos necesarios para que la decisión difícil sea objetiva y por tanto, más fácil de tomar.
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