Hace algunos años, cuando daba mis primeros pasos como coach profesional, acudí a una conferencia del maestro Paco Yuste, cuyo título, “Cerrar las salidas del ego” me llamó poderosamente la atención.

En la misma, usó una metáfora que me pareció particularmente brillante remitiendo a los skydancers (esos muñecos de plástico que se ven a veces en campos de fútbol o acontecimientos deportivos,  que parecen bailar por efecto de un gran ventilador que les insufla aire por debajo y agujeros estratégicamente situados en su estructura).

Paco explicaba que, en algunas ocasiones, la falta de autoestima venía provocada porque ciertas personas necesitan para sobrevivir emocionalmente más dosis de ego de las que normalmente se precisan.

Su teoría consistía en que ese ego, que metafóricamente era el aire que expelía el ventilador que alimenta el muñeco, se escapaba por esos “agujeros” emocionales que todos en mayor o menor medida tenemos.

Eso hacía que los movimientos , cuyo significado es lo que ven de nosotros los demás, fueran imprevisibles y sin ningún patrón. Y trasladados a una persona, incoherentes e inconsistentes.

Aunque y por encima de todo,  el problema era el necesitar constantemente ese ventilador del ego alimentándonos, porque si no, nos vendríamos, como el muñeco cuando se apaga éste, absolutamente abajo.

Debido a esos “agujeros” (entendidos como culpas, bloqueos, creencias, emociones reprimidas, autosabotajes…) hay personas que precisan estar constantemente presentes en conversaciones, actividades e incluso en la memoria de los demás. Necesitan la inyección del ego ajeno porque su ventilador no alcanza para mantenerlos en pie, debido a tantas “aberturas” emocionales como tienen.

En su versión más leve, se pueden reconocer en muchos detalles. Por ejemplo, suelen dar consejos u opiniones sin ser solicitadas, aparecen en todas y cada una de esas fotos de un evento, fiesta o reunión aun a costa de robar plano a los demás (y si no, añaden o envían fotos suyas),  se “adornan” con cualidades o aptitudes que no tienen, y así, multitud de ejemplos.

En general tratan, con gran esfuerzo por su parte, de figurar en boca de todo el mundo como medio para conseguir más “aire”.

 

La versión más grave

 

La versión más grave, más preocupante, se da cuando necesitan literalmente estar presente en cualquier momento, sea actividad, conversación o incluso en la vida privada de los demás. Y sufren, la mayor parte de veces con angustia, dolor y ansiedad, cuando no pueden hacerlo.

Inventan situaciones adversas, (dolencias, inconvenientes, problemas…) para impresionar y conseguir el favor de la atención y el compadecimiento de los demás. Sufren terribles decepciones cuando no son incluidas en las actividades comunes, y cuando lo son, renuncian a ellas, pensando en que los demás insistirán para que las realicen.

Incluso hacen cosas como llegar a llamar o enviar una comunicación inmediatamente antes o durante dichas actividades para que alguien le haga el favor de trasladar a los demás “que no han podido estar porque tienen que acudir a algo, mucho más trascendente, que requiere su presencia”, es decir, buscan “estar sin estar”.

Culpan a cualquiera que no se le ocurra incluirles en cualquier evento o conversación, aunque no tengan que ver con ellas, preguntan y repreguntan si alguien habló o preguntó por ellas, discuten una opinión aunque no sepan de lo que va, simplemente por intentar hacer notar que “saben de todo”, se enfadan cuando alguien no les da la razón (pero si se les da, cambian de opinión rápidamente), son maestras en el arte del “chantaje emocional” y así  un largo etcétera de situaciones, teñidas siempre de grados de ansiedad y crispación notables.

Es entonces cuando la persona, como antes hemos dicho, busca el aire del ventilador de los demás porque no le basta con el suyo propio. Literalmente busca robar esa energía.

Se convierte en uno de los denominados “vampiros emocionales”, que busca con desesperación su supervivencia emocional a costa de la de los demás. Personas que, por lo general, provocan graves perjuicios a quienes no están preparados para protegerse contra ellas.

 

Cómo podemos trabajar en coaching con esto

 

Nuestra labor dentro del proceso de coaching pasa por trabajar con las personas para que cierren esos huecos, esas aberturas que permiten las salidas de aire, a fin que el ventilador emita solo la cantidad necesaria para mostrarse como son.

La conclusión de la charla de Paco Yuste, fue que sólo el perdón consciente de cada uno a las situaciones que habían provocados las “aberturas” podía lograrlo.

Es posible y factible hacerlo, aunque para ello la persona primero tiene que estar emocionalmente “fuerte”. Para ello, existe una secuencia previa de acciones que hay que trabajar conjuntamente con la persona, para ejecutar de manera guiada y controlada el proceso del perdón.

Con el coaching se puede conseguir una eficaz revisión del proceso, siempre que la persona, como decimos siempre, esté dispuesta y resuelta a hacerlo.

El sufrimiento que arrastran estas personas que necesitan grandes dosis de ego puede paliarse y su vida puede realmente cambiar. La autoestima se normalizará y la persona terminará de ser esclava de sus necesidades emocionales, para hacerse dueña de su vida.

Este es otro más de los beneficios que  pueden conseguirse con coaching. Si eres de estas personas y sigues dudando donde acudir, puedes consultarme cualquier tipo de duda de forma absolutamente gratuita. La decisión posterior de dar un paso y poner tu vida en orden, es solo tuya.