A lo largo de este verano, he empezado a ver como parte de las personas a las que sigo en blogs o redes sociales, se pronunciaban públicamente por la necesidad de descansar mente y cuerpo, en definitiva, desconectar (el “desconnecting” lo llama Jaime Pereira). No sólo de la preocupación, sino de la ocupación, diaria, como práctica obligatoria para regenerar cuerpo y mente ante la exigencia de estos tiempos, que nos solicitan un desempeño muy por encima de lo que estamos algunos acostumbrados.

Respecto a mi experiencia, que es de lo que (casi) siempre puedo hablar con cierta autoridad, tengo que reconocer que (también casi) siempre mi cuerpo me ha enviado señales cuando algo no iba bien. Esas que se manifiestan cuando partes que nunca hubieras sospechado que formaran alguna vez parte de tu anatomía se empeñan en hacerse notar, con frecuencia a través del síntoma físico del dolor, cuando sabes fehacientemente que no has realizado ejercicio físico alguno que pueda ser el causante.

Con la edad, esas señales, entiendo que como consecuencia del lógico desgaste de la maquinaria vital, se van percibiendo mucho más frecuentemente y en mayor intensidad, mientras tu sigues preguntándote qué demonios has hecho para que aparezcan, si llevas cinco días sentado preparando un proyecto sin mover una pestaña de encima del portátil.

Recuerdo hace mucho tiempo una frase del, para mí, entrañable y mítico guitarrista y cantante Rosendo, que en una entrevista radiofónica a propósito de su cuarenta cumpleaños, ante una pregunta del entrevistador sobre cómo se sentía con esa edad, contestó: “Pues igual que con treinta, pero ahora me duele algo todos los días cuando me levanto”.

Puede uno encontrar, a poco que se lo proponga, una avalancha de consejos en cualquier lado al respecto de vigilar la alimentación, hacer ejercicio moderado regularmente y, en definitiva, cuidar una serie de gestos y aspectos cotidianos que realizamos físicamente, como vía para evitar esas citadas anteriormente señales del cuerpo, aunque aquí me surgen dos reflexiones: Una ¿El mensaje es cuidarse porque nos merecemos, como seres humanos, ese cuidado, o por seguir dándolo todo, rindiendo en todos los ámbitos como a los treinta? Y dos ¿Porqué, con bastante frecuencia, el planteamiento es cuidar sólo el cuerpo físico, mientras o se dice nada sobre cuidar la mente.

Lo digo porque es curiosísimo comprobar cómo, por una parte, la principal motivación que parece existir para cuidarse es seguir, simplificándolo mucho, “siendo joven” físicamente para que no se note en nuestro rendimiento y en nuestro propio físico que hemos rebasado cierta barrera de edad y, por otra, constatar la evidencia que, cuando uno se encuentra agotado físicamente, aún no habiendo sometido a su cuerpo a ningún tipo de desgaste motriz, incluso cuando se ha estado descansando físicamente a propósito debido a ello, es debido al trabajo mental.

La intuición, seguida de la comprobación, muestra que la mente, en efecto, ha seguido sin parar y es la causante principal de los síntomas físicos, en una primera instancia, y, si se continua forzando, va pasando, en segunda, a provocar ciertos “cortocircuitos” mentales en forma de bloqueos, falta de creatividad, incapacidad para concentrarse o para el análisis, y un largo número de etcéteras, dándose el caso de que personas que se someten al cuidado físico según mandan los cánones, son incapaces de redactar un e – mail en el que se exija comunicar algo diferente a los buenos días. Y en una suerte de pescadilla que se muerde la cola, aparece el malestar físico de nuevo, aun a pesar del ejercicio o la dieta.

Tradicionalmente, las vacaciones del verano son el periodo anual en el que sí se consigue (aunque no siempre) aliviar esa sobrecarga mental. Y se hace desconectando, desenchufando, la misma.

Obviamente el beneficio es innegable. Cualquiera puede probar a  desconectar su móvil, por ejemplo, y comprobar cómo en cuestión de segundos, la temperatura del mismo baja drásticamente. Se pueden constatar, asimismo, la cantidad de “buenos propósitos”  de cambio que todos hemos enunciado en ese periodo, precisamente debido al “alivio” de esa sobrecarga mental, para llevarlos a cabo a partir de la vuelta.

El problema surge cuando, una vez reintegrados a nuestras habituales tareas del resto del año, volvemos a “enchufar” de nuevo nuestra mente. En ocasiones, tarda en adquirir la temperatura de régimen (ahí están esos tradicionales días de Septiembre, donde nos las dan todas en el mismo carrillo, hasta que nos enteramos que sí, que hemos vuelto) y en otras, cuando se precisa por necesidad alcanzarla rápidamente, puesto que de ello dependen muchas cosas, sobrecargamos peligrosamente nuestro sistema mental con el fin de que adquiera esa temperatura rápidamente y así, mantenerla hasta el próximo verano. Como si de un dispositivo electrónico cualquiera se tratara, eso hace que, poco a poco, se vaya progresivamente agotando. Cada vez más deprisa y más intensamente.

La solución pasa por no abandonarla a su suerte y cuidarla el resto del año. Por entrenarla igual que se entrena el cuerpo físico, con el fin, no solo de adquirir una mayor resistencia al desgaste, sino de poder resolver los inconvenientes con más fluidez, con menos esfuerzo. Al igual que tiene efectos muy diferentes subir cinco pisos si se está en forma física o si no se está, también los tiene lograr objetivos o resolver inconvenientes, sean laborales o personales, si la mente está preparada y en forma. Luego se puede proceder a su desconexión en vacaciones, por supuesto. Pero siempre resultará más fácil y menos peligroso encontrar esa óptima temperatura de funcionamiento, que antes mencionábamos, al volver.

Como de costumbre solemos decirte: El Coaching es el método más efectivo, rápido y me atrevería a decir, natural, para que puedas entrenar tu mente eficazmente y llevar a cabo ese desempeño que se te exige. Para estar siempre en disposición de decidir adecuadamente, planificar con efectividad, poner en marcha la creatividad o, simplemente, resolver con fluidez, menos esfuerzo y con pocas posibilidades de equivocación, tus dilemas. Todo el año. Piénsalo

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