Las personas que lean esto y que lo hagan en el blog habitualmente, observarán que es una entrada diferente a las habituales. Está escrita sin cambiar posteriormente ni una coma. En realidad, este párrafo de encabezamiento que estás leyendo es el único cambio hecho en el total del texto y evidentemente está hecho después de acabar de escribir el resto. De “soltar” lo que llevo rumiando semanas. Disculpas si la construcción gramatical no es correcta. Si hay algo que desentona literariamente hablando Son ideas que brotan (y a una velocidad de vértigo). Quiero conservar eso, para conservar la verdadera esencia de lo que me gustaría decir hoy y que cada quien saque sus conclusiones sobre lo que se lee, no sobre nada más o menos corregido o impostado.
Voy a ello.
A mi alrededor están sucediendo cosas. Las personas, el mundo que percibo real y virtualmente a través de las redes, se mueven. En estos momentos la vida de mi entorno, mi vida, alterna periodos de falsa calma con otros en los cuales la vorágine de acontecimientos que se mueven a mi alrededor parece sacudirme de arriba abajo, en una suerte de cambios, movimientos, giros, apariciones, sorpresas (para bien y para mal), decepciones y hasta alguna que otra reinvención. Nada es estático, incluso aunque en ocasiones, y además curiosamente tras la observación detenida, lo parezca.
Escribo esto en un estado que, sinceramente, no sé calificar. Lo podría denominar “raro”, atendiendo a que no es el mío habitual de trabajo, con muchas rutinas establecidas y siempre con “para qués” justificados. Éste es un estado mucho mas anárquico, mezcla de curiosidad, energía creativa a borbotones que de repente cesa y al cabo vuelve, algún tipo de inquietud que no sé muy bien identificar de donde viene y a donde va, dos o tres gotas de envidia sana de la que te impulsa a hacer, no a odiar, algún ligero arrepentimiento y una sensación que algo importante se mueve, que algo llega a su punto de eclosión. Y además la certeza que no puedo demostrar empíricamente que, o estoy ahí, en esa eclosión, o no estaré jamás en el futuro.
He observado que en mi entorno avanza imparable desarrollando un estado de cosas en el que prima como principal motor la energía que se desprende de la amistad. Me estoy dando cuenta que, en el ámbito que conozco, me relaciono y en definitiva hago lo que hago, los apoyos y las relaciones, esta vez basadas en lazos amistosos, que no mercantiles, son las principales palancas que están haciendo que la vida de los que me rodean, sea física o virtualmente, gire, se desplace, avance, se conecte y se concrete.
Las personas se conocen. Las personas interaccionan. Las personas desarrollan lazos. Pero también seleccionan, agrupan, disocian y finalmente eligen con quién y al lado de quienes desean crecer. Es una selección natural. O estás ahí, o yo no voy a (no puedo) tirar de ti para que estés. Con algún dolor, pero con todo mi amor, te dejo para que sigas tu propio camino. También para que no se detenga el mío.
Hace unos cuatro años, un amigo, ejecutivo de una orden religiosa centrada en la enseñanza (pero con una misión, en el fondo, de mucho más alcance), me comentaba que en sus reuniones con otros directivos de la misma orden, se decía que esta no era una época de cambios, era un cambio de época. Ya he escrito en algún caso sobre esto y realmente la expresión está cada vez más en la calle, incluso en ciertos ámbitos, a fuer de ser usada con profusión, se está convirtiendo casi en un tópico.
Y en ese sentido, no puedo por menos que, en un papel en el que creo que estoy desde hace un tiempo (a cada uno la vida nos da un rol que cambia a través de la misma y a mí en este momento me toca el de observador) y desde este pequeño espacio, visitado muy poco en relación con el de los/las grandes comunicadores/as, (aunque eso no me importa porque sé que el mensaje que tengo que dar lo verá la gente que tenga y que necesite verlo), me siento en la necesidad y en la obligación de contar los resultados de esa observación.
Y estos no son otros que poder decir, con rotundidad, a esas personas que tengan o necesiten conocerlo, que esa eclosión a la que antes me refería se está produciendo. Las personas de mi microcosmos, real y virtual, están cambiando profundamente y en consecuencia éste también lo está haciendo. Que, en consecuencia con esto, llegan nuevas que comparten “eso que importa” y otras que estaban se van. En realidad eso ha pasado siempre, pero ahora lo está haciendo a una velocidad que me permite hacer hipótesis sobre lo que creo que constituye una verdadera selección, ante un acontecimiento trascendente y probablemente más cercano en el tiempo de lo que parece.
Por extensión, y dado que ese microcosmos al que antes me refería, según los estadísticos, sería “suficientemente representativo”, me atrevo a afirmar que, al menos en esta sociedad que conozco, que es de la que tengo datos, uno de esos cambios en los que las personas reaccionan ante una determinada realidad, contraria o agresiva para el devenir natural del ser humano, modificando profundamente, incluso de forma radical, su actitud, sus ideas y sus formas de pensar y relacionarse, para producir otra realidad diferente y más armónica con la esencia que se precisa, se está llevando a cabo. Habíamos tenido indicios, pero ahora es más que evidente. La otra época que esperábamos está ya aquí. Nada volverá a ser como lo conocíamos últimamente.
O quizá sí, porque yo recuerdo que cuando era niño, la amistad era precisamente ese pegamento que hacía que todo tu aprendizaje se llevara a cabo. Dónde ensayabas y ponías en funcionamiento eso que aprendías pare experimentarlo. Lo bueno y lo malo. Y donde sacabas conclusiones para crecer, para avanzar, aunque tú, con tus ojos de niño, ni lo advirtieras.
Igual el pequeño truco es volver a la esencia. A ser niño. A desaprender lo aprendido y volver a aprender. A ser de nuevo eso, un mero aprendiz, para seguir avanzando. Estoy rodeado de aprendices que construyen un nuevo mundo.
Y me gusta. Vaya si me gusta.
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